Soy José Ángel Figueroa, pero por estos rumbos y en las mesas de muchos me conocen como JAF. Mi historia no empieza en ningún restaurante de lujo, ni en las luces de la ciudad; arranca en el rancho, entre el polvo y el calor de Sonora. Ahí, donde el sol pega fuerte y el trabajo se siente en las manos, aprendí a respetar y a valorar lo que nos da esta tierra.

Desde chamaco, supe lo que era cuidar animales con cariño y respeto. Mi familia me enseñó que cada res, cada pedazo de carne, cada pescado que sacábamos del mar tenía un valor que iba más allá del dinero. Aprendí a agradecer por cada bocado y a dar lo mejor de mí en cada corte. No sé si fue el destino o nomás las ganas, pero desde entonces, quise llevar esos sabores a lugares que ni soñaba.

Ahora, puedo decir que he logrado llevar un cachito de nuestras tradiciones a mesas lejanas. Me llena de orgullo saber que gente de otros lados puede probar lo que aquí hacemos con tanto corazón. Pero no se me olvida de dónde vengo. JAF será grande, sí, pero siempre será norteño, siempre será Sonora, porque aquí está mi raíz.Z